jueves, 28 de noviembre de 2019

ENCUENTRO EN EL PARQUE


Eran las 5 de la tarde. Los rayos del sol se colaban por entre las hojas de los árboles de aquel viejo parque, testigo de sus vidas.  Ella aún no llegaba.  No sabía si lo haría.  Los segundos se le hacían eternos, mientras la brisa mecía las hojas de las flores que finalmente se había decidido a comprar.

            Habían pasado tanto tiempo en ese parque.  Ahí se conocieron. Sus miradas se cruzaron cuando iban trotando y ella le regalo una de sus sonrisas. Se sintió bien acercársele y entablar una conversación con ella. Nunca se hubiese atrevido si no le hubiera sonreído, pero lo había hecho.  Y desde ese día nunca se separaron.  Nunca hasta ese año, cuando ella se puso a pololear. Se alejó de ella.  Pasaron meses sin hablarse.   Meses en que evitó pensar en ella. No contestó sus llamadas, ni correos. Y trató borrarla, refugiándose en otra.  Bebiendo de su boca elixir de olvido.

Y fue así hasta ese día, ese en que por error escucho su mensaje. La tristeza en su voz fue su perdición. Los momentos llegaron en tropel. Los recuerdos uno a uno se colaron en su mente. La infusión de besos no borraba su imagen.

   Levantó la vista. Siempre sabía cuándo ella estaba. Era un hecho innegable. Ella lo atraía como la luz a las polillas.  Lo encandilaba cada vez que sonreía. Y aun así, nunca se atrevió a decirle.

Se puso de pie.
Ella lo vio y sonrió.
Caminó hasta ella y la besó.

La brisa juguetona, meció las hojas de las flores.  Ellos no lo notaron. No existía el tiempo ni el espacio en ese momento. Sólo ellos.  
La Luna al verlos sonrió.

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