jueves, 9 de noviembre de 2017

AMISTAD

Siempre recordaré la primera vez que vi a la Pepi Valdez,  con su frondoso cabello rebelde y una amplia sonrisa en la cara.   Siempre tan alegre y tan loca. Un torbellino emocional,  algo que a más de alguno, y en más de una ocasión acabó por colmar la paciencia.  Teníamos tan solo 12 años de edad ese verano del 62 cuando llegó corriendo a la sastrería de mi abuelo a buscar el traje azul a rayas que su padre había mandado a hacer.  A penas nos vimos,  nos reconocimos como almas gemelas y desde ese día no nos hemos separado más, llevando ya más de 55 años de amistad.   Ella ha sido todo lo que yo no soy.     Lo que yo no sabía hacer ella lo podía,  lo que ella desconocía para mí era algo común, por lo que entre ambas lográbamos cosas imposibles.   Nos haciamos bien mutuamente, influenciándonos  de buena manera.

     Aún recuerdo la primera vez que me teñí el pelo, después de más de dos horas  de argumentos por su parte,  y cuando finalmente cedí y me deje hacer por ella,  fue apocalíptico. Ahí tuve que andar yo, arrastrando mi vergüenza por dos  largas semanas, con un hermoso color verde en mi frondoso cabello por un error de cálculo que hizo cuando mezcló los componentes.   O aquella vez en que trato de convencerme que entrara en una fuente, solo para personalizar a Anita Ekberg en la famosa escena de la película la Dolce vita,  y acabé con una bronconeumonía por entrar al agua en pleno invierno.  

     Por ella me había  metido en más de un problema en mí vida. Era una fuerza de la naturaleza, totalmente desatada, comparable con la explosión del volcán Vesubio.    Aunque para ser sinceros ella llegó a mi vida en el momento en que más la necesitaba, y sólo logró hacerla mejor.  Pero tenía  pequeño problema,  era demasiado volada o mejor dicho,  fantasiosa,  tanto  que a veces confundía lo que otros hacían con sus propias proezas, por lo que siempre había tenido que ser su cable a tierra y andarla corrigiendo.  Recuerdo que una vez me dijo que ella había ayudado a poner al hombre en la Luna, y cuando le dije “no Pepi tu no ayudaste a poner a nadie en la Luna.   Como que no,  puse a Francisco en la Luna,  y creo que aún está por ahí dando vueltas,  después de esa sesión de besos que tuvimos.   Y otra vez salió con que había corrido y ganado una maratón,  y tuve que corregirla diciéndole que no, que esa había sido la Mónica Olivera,  y que ella con suerte corría para comprar una oferta.    Ja.   Realmente te podía envolver con sus cuentos si te distraías.  

     Pero de todas mis historias con la Pepi la que más me gusta es aquella en que me un día me preguntó que me pasaba  porque estaba un poco triste, y le conté que me había recibido una noticia de la  Paola, y antes de que pudiera decir agua va,  comenzó a decir “Me carga la Paola. No soporto a la Paola.  Me cae tan mal la Paola. Porque la Paola sólo piensa en la Paola.  Hay que linda es la Paola, hay que inteligente que es.  Me cae Pésimo.” Y cuando al fin me dejo explicarle que la Paola  había sufrido un ataque cardíaco y había muerto, me salió con “Yo amaba a la Paola,  ella era como una hermana siamesa con la que compartíamos un mismo útero”,  siamesas quien le creería, por lo que le dije ¿siamesas? ¿un útero?   “bueno,  como una hermana” la que de mirando incrédula,  “bueno como la hija del hermano del primo de su vecino. Así de cercana, pero  la amaba”.     Ella siempre dice que ama a los que ya no están, y creo que por eso le gusta asistir siempre a los funerales, en cambio a mi, sólo me gusta ir para escuchar la sarta de mentiras que dicen de los que ya no están.  Yo le digo siempre vamos porque somos las únicas que los conocimos como eran realmente, vamos a escuchar lo buenos que eran…
     ...Y si ahora ella estuviera aquí,  se reiría de mí,   viéndome ahora pie frente a ustedes.   Es más me diría bájate de ahí vieja loca. Déjate de decir esa sarta de mentiras. No ves que todos los muertos son buenos.   ¡¡Ahhhh!! Como estarás revolucionando el cielo Pepi, tratando de convencer a Dios y todos los santos de lo genial que sería realizar desde allí un salto en benji.   Espérame.  Quiero ser la primera en intentarlo.