jueves, 16 de marzo de 2017

IMAGEN PERPETUA



Como hacer nada, si te pienso todo el día

entre segundos que se cuelan en las aguas del tiempo.



lunes, 13 de marzo de 2017

LA CASA EN LA COLINA

Era una oscura mañana de sábado  donde el viento soplaba furioso contra la ventana de la habitación de la lóbrega casa sobre la colina del Cerro Campana. Thomas caminaba cuidadoso de caerse en algunos de los huecos donde faltaban las tablas, mientras el frío se colaba por los espacios de vidrios inexistentes volviéndolo todo mucho más inhóspito de lo que realmente era.   Si no fuera por el techo que cubría su cabeza, Thomas hubiese preferido estar a la intemperie ya que no era mucho mejor lo que se estaba dentro  que afuera de la casa y posiblemente se estaba mucho más seguro fuera que dentro,  pero las negras nubes que todo lo cubrían auguraban que una fuerte lluvia caería de un momento a otro y eso lo había hecho buscar refugio dentro de  aquella casa. 

             De pronto un suave repiqueteo comenzó a sonar por sobre su cabeza,  tap-tap-tap-tap-tap,  la lluvia había comenzado,  y lo que parecía una alegre canción sobre el techo pronto se volvió un constante martilleo que se iba haciendo más rápido y más fuerte a cada instante, sonando como una fuerte cascada sin fin que amenazaba con romper el techo de un segundo a otro.      

Thomas miró el techo, dudoso de la fortaleza de éste.  La casa era tan vieja y había estado abandonada por tanto tiempo que dudaba si realmente podría resistir. ¿Cuántos años había pasado abandonada? ¿Diez? ¿Quince?

Thomas no tenía memoria de haber estado nunca antes ahí,  aunque sabía por lo que le habían dicho sus abuelos que solían venir cuando él era pequeño.   Sin embargo, no había ni una foto de esas ocasiones por lo que tan sólo podía confiar en las historias tantas veces antes contadas.  No había ni un recuerdo que lo atara a esa casa,  y eso le hacía más fácil la tarea de deshacerse de ella. 

Una ráfaga de viento sopló más fuerte haciendo retumbar todos los vidrios de la casa como si de campanas se tratara. A Thomas el ruido le crispó los nervios por lo que decidió terminar cuanto antes la molesta visita.  Avanzó por la casa revisando una a  una  las habitaciones,  viendo el estado en que se encontraban,  observando disgustado  que cada una estaba peor que la anterior.   Mientras tanto  los tipitipitap   de las goteras iban apareciendo poco a poco en cada cuarto al que entraba, lo que   comenzaba a alterarle los nervios.  Nunca había soportado esos molestos ruidos constantes como el de los relojes mientras se mueven,  o el de los grifos cuando se le rompen las gomas y quedan goteando.  Eso definitivamente era capaz de romper toda su concentración en su escritura o le impedía quedarse dormido.  Incluso hubo una vez en que se despertó a media noche por el ruido de una gota que sonaba rítmicamente y comenzó a buscarla desesperado por todo su apartamento hasta que la encontró.    Ahora que la banda de gotas tocaba <<Invierno de Vivaldi>> estaba a punto de hacerse un harakiri de la pura desesperación.

 No podía creer lo mal cuidada que estaba aquella casa.  Sus padres por lo visto nunca habían invertido un peso en ella luego de que sus abuelos habían muerto cuando él era un niño aún  y ahora, por lo que estaba notando, la inversión que tendría que hacer sería cuantiosa, y eso no le hacía ni una gracia  dado que sus finanzas estaban bastante escuálidas luego de que su éxito en ventas hubiera dejado de estar en boga y  que su último libro tardara en salir de la prensa. 

La tormenta se volvía más fuerte,  castigando la casa con toda su furia. El viento soplaba de tal modo que daba la impresión de que la estaba arrancando de cuajo y por un minuto Thomas pensó que los cimientos simplemente no soportarían aquel huracanado viento.   Ésta simplemente no era una tormenta normal.  Ésta era la madre de todas las tormentas y si la casa sobrevivía tal vez debería cumplir con la última voluntad de su abuelo cuando se la dejó en su testamento y la refaccionaría por entero para después volverla su hogar.    Sabía que para sus abuelos esta casa había sido su hogar,  pese a que habían vivido en muchas partes antes de comprarla.  Pero en ella habían vivido sus mejores años  y habían criado a la última generación Shlater antes de morirse y dejársela como herencia cuando por fin cumpliera los 30 años.  <<Te dejo mi preciado tesoro,  espero te sirva en los tiempos difíciles>>.

El viento soplaba cada segundo más fuerte,  era como si se hubiera ensañado con la casa,  castigándola por hacerle frente y soportar la recia tormenta.  La fuerza con que la castigaba era titánica,   los viejos robles que adornaban el jardín bailaban desaforadamente mientras azotaban sus ramas contra las paredes rasgando los pocos vestigios de pintura que aún le quedaban.  De pronto una de las ramas cayó sobre el techo con tal fuerza que no sólo rompió el techo sino que también el piso de madera que tan débil estaba.    Thomas no podía creer lo que había pasado.  Tan sólo unos metros más y hubiese caído sobre él.   Se había salvado por un pelo.  Si esto no era intervención de la divina providencia,  entonces no sabía qué podría serlo.     Se acercó unos pasos hasta donde había caído para constatar el daño. La rama era gigante y el tamaño del hoyo que había hecho en el suelo era descomunal.    Se fijó en el fondo del orificio  y no podía creer lo que sus ojos veían.    Miles de redondas y doradas monedas brillaban en el fondo del oscuro cráter,  mientras la copiosa lluvia caía sobre su rostro.  Y de inmediato recordó "te dejo mi preciado tesoro..."



De pronto los tipipitipitap de la lluvia sonaron más y más cercanos, hasta sacarlo del sueño en que se encontraba.   Nuevamente se había quedado dormido encima de su cama y  había olvidado cerrar la puerta  del baño.   Debía cambiar la goma de la ducha cuanto antes pues el ruido de la gotera se le hacía insoportable.  Miró la hora en su reloj despertador: 6:30 a.m.  Ya era hora de levantarse.  Era un largo viaje hasta la casa en la colina.




sábado, 11 de marzo de 2017

CUENTO: TU ERES ESPECIAL

Primer cuento infantil que he escrito en mayo del 2016,  y que decidí plasmarlo en vídeo para que sea más fácil de ver por los más pequeñitos.







lunes, 6 de marzo de 2017

POEMA: OLVIDO







Como olvidarte si el viento golpea mi ventana gritando tu nombre
si la luna me susurra al oído las delicias de tu boca.
Te olvidaré como se olvidan los sueños de verano,
como la brisa se lleva la magia de tus risas
te olvidaré...


...pero veré tú rostro cada vez que cierre mis ojos.