viernes, 9 de marzo de 2018

ORIGENES


Miró sus manos ensangrentadas.  El tibio líquido corría por sus dedos manchando su blanca piel, describiendo un sinuoso camino hasta llegar a sus muñecas, coloreando su blanca camisa.  Comenzó a hiperventilar de inmediato  mientras   la gruesa  vena de su cuello ya  latía fuertemente, sintiéndola como un fuerte tum-tum que retumbaba en sus oídos.   Lo sabía. Un ataque de pánico estaba dando inicio y esa opresión en el pecho, que tantas veces antes había sentido y que se le antojaba como que iba a explotar en cualquier segundo no iba a abandonarlo.  Un fuerte grito retumbó en medio de la habitación.   Miró a todos lados.   No había nadie.  ¿Había sido él? 

            Observó sus manos nuevamente.  Nada.  Tan limpias como cuando había ido al baño hace unos segundo atrás.  Ni una gota de sangre.  Ni una mancha, ni siquiera debajo de sus uñas. Su mente le había jugado una mala pasada.   Debía ser efecto del estrés.  Cerró la puerta.  Llevaba poco tiempo en aquel trabajo y quería dar una buena impresión, por eso había hecho  la elección de una camisa blanca.  ¿Por qué no si no?  El blanco era una señal de pulcridad,  de pureza,  de confort.  Y eso era lo que él quería proyectar en otros.   Esa sensación de bienestar que él nunca podría lograr, esa de alivio a la sensación de desespero y de shock emocional que él había tenido hacía unos instantes atrás,  y que sabía pronto volvería a pasar.  Había sido un acierto haberse despertado  con tanta anticipación y podido hacer frente a la crisis que se había desarrollado en su departamento,  y salir tranquilo,  sin que nadie pudiera darse cuenta de lo sucedido.

            Tomo rumbo calle arriba para llegar a su trabajo.  Fue una suerte el que encontrara ese departamentito tan bien ubicado,  en ese tranquilo pasaje, y tan cerca de su trabajo, o tal vez había sido una coincidencia el encontrar un trabajo tan cerca de su hogar.   ¿Quién lo podía decir?  Todo dependía desde qué punto de vista se veían las cosas, y a él le gustaba evaluar todas las hipótesis posibles, porque finalmente todo se reducía a eso,  a las probabilidades,  a la posibilidad de que un hecho finalmente lograra producirse.   ¿Y no era eso la vida finalmente?  Una serie de hechos que se sucedían en cadena  como si estuvieran predestinados a suceder,  como si el destino existiera.  Aunque ciertamente,  a veces la vida lo sorprendía.   ¿Acaso no había pasado eso recién en la mañana?  No le pasaba a él a cada instante.  No.  Para él la vida no era una sucesión de hechos encadenados.   Para él los hechos eran como una maraña de hilos que lo oprimían, que lo hacían suceder o saltar de un lugar a otro,  de una situación a otra, porque eran saltos eso que pasaba con él;  así como los saltos que suceden en la música cuando escuchas un vinilo rayado. Exactamente así era la consecución de hechos en su vida.   Completamente distinto al del común de los seres humanos porque, aunque no lo crean, él sabía que no era igual para los demás sujetos. Así lo había visto. Vio cómo su hermana había crecido tranquilamente, con cada cosa llegando a su tiempo,  de manera ordenada,  secuencial.   En cambio él,  el atraía el caos.  Sí.  Su pensamiento era un constante desorden.  Era como si Loki viviera en su cabeza  y estuviera constantemente haciendo de sus travesuras,  desordenando sus pensamientos,  emociones y sensaciones.

            Un auto tocó la bocina y lo sacó de meditación.  Había llegado, sin darse cuenta.  Era bueno que sus pies  ya conocieran el camino.   Sus meditaciones lo habían absorbido otra vez  y había sido una fortuna que no se pasara de largo.   Corrió para alcanzar el ascensor, alcanzando a entrar de refilón antes de que se cerraran las puertas. Sonaba de fondo la melodía de  Chica de Ipanema. Miró a su alrededor, estaba vacío, algo inusual para esta hora del día.  Debería ir repleto, apenas con espacio para poder respirar. Un mensaje de texto le llegó en ese momento.   Las puertas se abrieron y salió distraído leyendo lo que le había llegado al móvil.   Alzó la vista.   Un cuerpo yacía en el suelo.   Una fuerte explosión lo botó al suelo y  le nubló la vista.  Abrió sus ojos, un grupo de policías armados  habían ingresado  y lo rodeaban.  Sus ojos se cerraron nuevamente,  y la oscuridad lo llenó todo.  

El oficial a cargó  se sentó frente a él y lo observó detenidamente.   Las esposas le apretaban fuertemente. ¿Cuánto rato había estado inconsciente? No recordaba haber llegado a aquel lugar.  Sin embargo, sentía que llevaba horas en aquella  pequeña habitación.  De pronto recordó las películas de acción que tanto le gustaban.  ¿Jugarían con él a policía bueno,  policía malo?  ¿Lo estarían observando detrás del espejo? Se rio por debajo. Era absurdo pensar en eso en ese momento,  cuando lo más posible era que pensaran que él había perpetrado aquel asesinato.  Debía estar más loco de lo que creía.  Respiró hondo, debía enfocarse en lo importante.  Cerró los ojos y trató de recordar… estaba en el living, todo se vía normal, bueno, todo, a excepción del cadáver que había en el suelo.  Recordó la sangre.

Abrió sus ojos.  Un médico lo miraba atentamente.

—¿Dónde estabas Javier? —dijo el doctor Morton— Parecía que te hallabas en otro lugar.  ¿Nuevamente estás teniendo  alucinaciones? No habías dicho nada.   Mmmmmh. Tendremos que ajustar tu dosis de Risperdal,  por lo visto aún no llegamos a la dosis adecuada para que desaparezcan.

viernes, 2 de marzo de 2018

HOLA

Hola nuevamente.  ya estamos a 2 de Marzo,  y ya mas tranquilos ahora que los niños entraron a clases,  por lo que ya hay mas tiempo para poder escribir,  y desarrollar proyectos personales.   Lesd cuento que el libro que esta en proyecto sigue en pentian y pueden colaborar y aportar como mecenas si así lo desean en   https://pentian.com/book/fund/5007#bd