Iba
tarde a clases, como era posible, si tan sólo vivía a un par de cuadras del
colegio. Bueno tal vez un poco más de un par de cuadras. Debía tomar la micro 5 que pasaba justo a una
cuadra de su casa para llegar.
Había
alcanzado a ducharse, pero no había podido secarse el pelo, ni a
desayunar, por lo que nuevamente debería
hacerle la pata al mister Aparicio para que le prestara plata. Gracias a Dios
podía contar con Marcela para esto, ella
era un as para engatusar al pobre hombre,
habían logrado ir maquilladas todo el año, usar aros que no eran los
permitidos, ir de jeans negros, zapatos pluma, y camisa amasada debajo de los
abrigos, y el profe hacia vista gorda de todo aquello. Sólo le faltaba pasarlas por la libreta
familiar. Cada mañana las llamaba a su
oficina, y cada mañana cuando ellas
salían era $200 más pobre.
Alcanzó a llegar justo cuando venía
la micro. Se sentó junto al
pasillo, y vio a un niño de overol, que la
hizo recordar ese año en que uno de los compañeros falto e hicieron tiras el
guardapolvo. Una larga tira de
género a la que fueron añadiendo día
tras día el género del delantal del compañero que faltaba a clases, logrando
hacer una gran cuerda de más de tres veces el largo del pasillo de media, y que
en uno de esos arrebatos les dio por amarrar a un bus, y la vieron alejarse a la distancia.
Se bajó, y comenzó a correr para no
llegar tarde, al igual que todos los que iban con ella. Llegó justo cuando estaba sonando el timbre y se mezcló con todos los que habían apurado
el paso. Alcanzó a entrar y cerraron el
portón. A penas la vio el profesor
Aparicio este le hizo señas para que entrara a su oficina, Marcela ya estaba allí. Era el sermón del maquillaje de todos los
días.
—Uds.
saben que está prohibido venir maquilladas al colegio, y menos con esos aros.
—Pero
mister Aparicio, como quiere que pinchemos si
andamos todas desarregladas.
—Si
pues mister, ayúdenos. Además los aros son como 2 milímetros más largos. Ya po mister.
Si después me caso prometo ponerle Aparicio al primero de mis hijos.
—A ver ud. Otra vez atrasado…
—Puta Yoda, pero si vivís a tres cuadras. ¿Cómo llegay todos los días tarde?
—No
sé. Me atrase pa' salir.
—Es
que vos te levantay cuando escuchay el timbre po' weon. Esa no es
la alarma de tu reloj.
Entraron a la sala de clases, ya
estaban todos sentados. Les tocaba concejo
de curso con miss Gloria, alias Olga, su verdadero nombre. La odiaban, pero sobre todo después que había citado a cada uno de los padres
después de la gira de estudios y los había acusado uno a uno por el
comportamiento que habían tenido. Ni
que hubiera sido de la Gestapo o de la miltzia.
Sabía toooodo. La vieja ni había
estado con ellos, pero había sabido cada
uno de sus pasos, como si les hubiese puesto un gps subcutáneo. Pero, sin embargo, sabiendo todo, no había hecho nada para impedírselos. Un pensamiento
paso por su cabeza, una idea que antes
jamás podría haber estado ahí en su cabeza… no,
no puede ser… tal vez uno de
ellos habló. Mmmmh, nunca había pensado en esa posibilidad. Tal
vez había un soplón entre ellos. Siempre existía esa posibilidad, aunque
bueno, tampoco era que ellos hubiesen
sido muy discretos a la hora del desayuno con sus comentarios y bromas que hacían. Recordó como habían molestado a uno de ellos, cuando no lo dejaban entrar a Cat’s, y luego se reían porque lo habían engatusado y hecho beber más
de la cuenta durmiéndose a la hora de
los que hubo. ¡¡Como lo habían molestado al día siguiente mientras desayunaban,
y el resto del día!! Bueno hasta que esa
noche volvió y cumplió su cometido. Aunque para su desgracia en la memoria
colectiva el recuerdo de que se lo
habían cagado quedaría para siempre.
También recordó como habían quedado todos
arriba de la pelota cuando fueron a la cata de vinos en Trapiche. ¿A quien se le ocurrió llevar a unos
adolescentes a una cata de vinos donde podían beber gratis? Mala idea. Los que lo organizaban nunca pensaron que
estos niños serían de lo peor y comenzarían a robar las botellas de las otras
delegaciones, y se las tomarían. Quedaron
totalmente curados. Apenas y habían
logrado subir al bus. Quedándose dormidos
apenas comenzó el viaje de vuelta,
ocasión que habían aprovechado ellas
para maquillarlos, ni cuenta se
habían dado los pobres. Si hasta fotos
les habían sacado. Sabía que la broma
era una pendejada, pero había sido un clásico, y eso no podía evitarse.
Las
mujeres no lo habían tenido mejor, las había acusado de ir a fiestas, de
arrancarse con los Argentinos, y otras cosas por el estilo. Y para ser francos, algunas de ellas si lo habían hecho, incluso
una de ellas se arrancó con uno de ellos en una moto, y no volvió hasta horas
después. La mayoría se habían conocido
con ellos el primer día cuando fueron a dar una vuelta por el centro y las
reconocieron como chilenas por los zapatos pluma, y ahí dio comienzo la cacería, aunque no fue muy difícil para ellos para ser
francos. Justo había una fiesta a la que
ingresaron y bueno, digamos que los argentinos tienen el don de la palabra, si te dejabas podían engrupirte en 25 minutos. En
cambio los pobres hombres del curso habían tenido mala suerte, las argentinas
primero miraban la pinta, las lukas y después te hablaban, así había sido en la
fiesta y después en la discoteca, donde
finalmente todos estaban en la barra bebiendo, a excepción de Fardo y Nalca que
habían logrado al menos por un rato enganchar a un par de argentinas.
Aunque
varios de ellos lograron enganchar a algunas de las compañeras después
de un par de gin7, como Penca por ejemplo
que algo agarro de su amor platónico.
Había sido épico. Pero tal vez uno de los mejores momentos de la gira había
sido ese segundo día cuando habían ido a esa cabaña donde comieron asado y tomaron todo el vino que quisieron porque era
gratis. Bromearon durante toda la
noche, incluso uno de los muchachos comenzó a tocar la batería, algo que la
sorprendió muchísimo. Era descubrir y
descubrir nuevas y nuevas cosas de cada uno. Un tiempo maravilloso de unión y compañerismo. Sin embargo,
todo había sido empañado con esa reunión que la profesora había tenido
con cada uno de los apoderados.
Ese
día la profesora simplemente no llegó. Recordó
como la semana anterior habían tenido una prueba de biología y a última hora la
profe había agregado un contenido, perjudicándoles, por lo que tomaron la única decisión posible.
Llamaron a los pacos avisando que había una
bomba, esperanzados en que así se suspendería la prueba. Estaban justo comenzando cuando comenzó a sonar la alarma y evacuaron el colegio.
Estaban felices. Pero esa felicidad duró hasta que llegaron a la calle porque la
señora los hizo seguir respondiendo afuera sentados en el suelo. Como la odiaba.
En
reemplazo a la profesora, apareció el
profesor Leiva, el de historia. Un tipo
afable, tranquilo del que se aprovechaban todos constantemente. El pobre era tan tranquilo que se ponía a
hacer clases y nadie excepto tal vez la Zonga le ponía atención. Los hombres del curso estaban inmersos ese
día leyendo en voz alta aquel cultural libro llamado “Memorias de una princesa
rusa”, que narraba la vida de la princesa vávara Sofía y sus desventuras, mientras rodeaban a alguna compañera, a la que dejaban a propósito al medio. Era como si el profesor no se diera cuenta
de lo que sucedía en la sala. Todos se
reían y él como si nada.
Llegó
el primer recreo. Todos estaban expectantes
porque a Yoda unos medio envidiosos de
su pan con palta que a diario llevaba, le metieron un chicle y un sacapuntas y esperaban a que comenzara
a comer, rompiendo en carcajadas cuando mordió
y encontró la sorpresa. Habían otros urgidos porque les tocaba la presentación de
un libro en clases de literatura inglesa,
esa que era dirigida por ese profesor tan particular que combinaba tan bien los colores. Jamás olvidaría el día que llegó con sus pantalones
amasados amarillo patito y su camisa rosada de la misma tela, una oda a la llegada del verano. Espantoso.
(Parece que influyó en la elección de colores de ropa de algunos para
siempre). Pasaron algunos que al parecer
habían hecho el trabajo, pero luego
llegó el turno de uno que leyó un
resumen del libro y en español para colmo,
y como era un tanto apulmonado, si ni siquiera se había tomado la
molestia de averiguar cómo se llamaba ell libro en inglés. Sin embargo el chino, era buena onda, y lo único
que le interesaba era que uno hablara en inglés. De hecho una vez les dijo “Si quiere parece acá
adelante y sáqueme la madre, pero que
sea en un buen inglés”. En medio de toda
la confusión que había en esa sala, y no se bien porque uno de los compañeros al
que apodaban tavi se le ocurrió la brillante
idea de bajarle un calcetín a una de las niñas,
una que practicaba karate, lo que le mereció ser arrojado contra la pared, y contenido no muy cariñosamente hablando.
Otro
recreo. Y como solía pasar en el segundo de ellos, estaban jugando al doctor, felices,
auscultando a un par de compañeras. Sin
embargo no todos jugaban a eso. Ahí
tenías tú a fardo y garza que disfrutaban conversando con los chicos del
paralelo, o algunos mayores, dándose esos aire de chicos malos y mayores que tan sólo ellos sabían darse, pero que a
ratos cuando estaban en sala de clases se les olvidaba, molestando igual que el
resto. Como olvidar la ocasión en que el Fardo se había cortado un mechón de su rubio cabello y luego disimuladamente el garza se lo había
puesto a una de ellas en medio de su negra cabellera, y habían comenzado a gritarle “Rusia”, hasta que ella se había dado vuelta,
rompiendo ellos en risas de inmediato. Había
sido una imbecilidad, debía reconocer,
pero hasta ese día cada vez que la veía se acordaba de la mala broma, y le
saltaban las lágrimas de la risa.
Acabó
el recreo. Les tocaba lenguaje con la
miss Sonia Valenzuela. Era de esa clase
de profesores que simplemente hacía que amaras leer. Había sido todo un alivio cuando después de
analizar el primer capítulo del cid campeador,
había dicho que era una lata, y les había cambiado el libro por el el
mio cid campeador de Garcia Huidobro. Le toco
leer en voz alta a Robalito. Era
inevitable verlo y no recordar como en tercero básico junto con juan pablo se
ponían a cantar como the four aces parados uno detrás del otro y cantando only
you. Creo que ese era uno de sus
recuerdos más preciados de la niñez.
Ese
mismo año había sido cuando habían hecho aquel concurso de canto en el colegio. Se habían preparado con marcela para
cantar la canción “aire” y habían estado ensayando por semanas. Todo el curso quería participar, pero nadie
contaba con que alguien le había hecho una canción al colegio con la melodía de
How Deep Is Your Love de los bee gees, ganando
el festival. De sólo pensarlo, le bajaban aún unas ganas asesinas…
Fue
el turno de leer de la Poli, ella era de esas compañeras a las que todo el
mundo quiere, la que te presta los
cuadernos, la que tiene buena letra, y
que te ayuda si es posible. Recordó que uno de los primeros cumpleaños al que había sido invitada había sido en casa
de ella. Habían puesto música y bailaron
al son de Rafaela Carrá “para hacer bien
el amor hay que venir al sur...” ¿que
sabían ellos de lo que decía la letra o lo que significaba a esa edad? Les daba
lo mismo, pero la coreaban a voces mientras bailaban, comían completos y tomaban bilz y pap. Un sueño de cumpleaños. Incluso podía aún escuchar la voz de tavi
diciendo mientras se despedía “lo pasé súper me comí 5 completos”. Termino de leer y fue el turno de Elias, pobre, apenas se paró todos empezaron a
decirle “siéntate melón”, porque sabían
que eso lo molestaba y comenzaba a refunfuñar de inmediato. Era tan predecible. El pobre
se picaba de inmediato y todos cagados de la risa por que se taimaba. Lo que obviamente sucedió de inmediato, por lo que la profe le pidió que siguiera el
mono. Se puso de pie, y ella se sonrió, era imposible no acordarse de la
ocasión en que en clases de filosofía se había excitado mientras la profesora
hablaba sobre sexualidad, apareciendo
una erección en sus pantalones de la que todos habían sido testigo, pero que fue mucho más evidente cuando se
puso un delantal encima para taparse. Rompiendo
todos a reír en sonoras carcajadas, de ahí que su sobrenombre paso de mono a
mono roca o mono ta’ roca.
Sonó
la campana para irse a la casa a almorzar.
Se fue caminando. Ese día iban a
casa de la Claudia porque estaban preparando lo de la fiesta de Halloween. Marcela,
había decidido ir de incógnita, osea pensaba ponerse un abrigo y unos
lentes oscuros, igual que cada año desde que había ingresado al colegio. Cada vez se esforzaban menos en los
disfraces. El año anterior algunos se
habían disfrazado de bolsas de basura. Aunque lo peor había sido un chico de un
curso más grande que se le había ocurrido ir de Tarro. Pésima idea, el pobre ni había podido
bailar. Mientras caminaba se acordó con
el calor de un día en que habían ido a tomar sol el año anterior y la mamá de
la Claudia que era una vieja rechora les había ofrecido fan shop, siendo la primera vez que ella bebía, claro que para ser honestos había sido ¾
fanta y ¼ cerveza.
Por
la tarde les tocaba electivo. Era una
lata. Física para los matemáticos y biólogos y educación audiovisual para los
humanistas; osea unos con calculadora en
mano y saliéndole humo de las cabezas, y los otros
viendo películas para después analizarlas y criticarlas. A ella
le cargaba la clase de física. La hacía
el chincha, o el prieta o como le decían
los más osados el nariz de citroneta por lo ajustados de sus pantalones. Un profe entre lacho y machista, que hoy en día posiblemente sería cuestionado
por el trato que daba a las alumnas. Era
de conocimiento público que el profesor no era igual en su trato con las
mujeres y los hombres, por lo que cuando tenía prueba de física ella se volvía
imposiblemente torpe, siendo incapaz de
resolver cualquier ejercicio que le plantearan, y llamaba al profesor hasta su
puesto para explicarle que no comprendía el ejercicio, y el caballerosamente
anotaba todos los números y las operaciones necesarias para resolverlos en su
calculadora y le decía “ya usted apreté el igual”, y ella iba y lo apretaba, y
él feliz le decía “ya anote el resultado”, y después aparecía con un 7 en la
libreta.
Durante
el recreo de la tarde todo se había
vuelto planificación por la película que irían a ver a la casa de yoda. Los chiquillos no lograban decidir si iban a ver Tabú o memorias
de una pulga, y a cuál de las compañeras invitarían a verla. Era un clásico de los miércoles, el único día en que no había clases en la
tarde a menos que te tocara castigo.
La
última clase del día. Matemáticas con el
profesor Guajardo. Era increíble lo
mucho que había cambiado después de la
gira de estudio, se había vuelto mucho
más cercano con todos e incluso les había regalado muchas de las fotos que les había
tomado, ahora era dulce como una
chocolatina. Comenzó con su clase y
llamó a la Cando a que pasara adelante a resolver un ejercicio y obvio que quedó completamente en
blanco, poniendo cara de
circunstancias. Pobre, era terrible en
matemáticas. Como no supo que
hacer, el profe hizo pasar a su
compañera de asiento Patty, toda una ídola,
cuenta la leyenda cuando se presentó la banda tributo de duran duran
ella y la Cando aparecieron al día
siguiente pololeando con el guitarrista y el vocalista. Al pararse frente al pizarrón igual que su
amiga no tenía idea que hacer, y comenzó a reírse, cuando todos comenzaron a
soplarle al mismo tiempo, porque sabía que todos igual
que ella a esa hora de la tarde éramos incapaces de pensar. Todos
menos peludo que pasó y lo resolvió. El
era un tipo muy piola, tranquilo
a simple vista, pero había puesto varios
de los sobrenombres que todos tenían. Cuando
lo vio pasar junto a la vale no pudo evitar que viniera a su memoria los
recuerdos de ese paseo en cuarto básico cuando él había estado jugando con un
botón y este había explotado y caído en el ojo de ella, y la pobre tuvo que estar una semana en
reposo absoluto, y luego un mes usando
lentes oscuros porque su ojo estaba inyectado en sangre.
De
pronto la alarma comenzó a sonar. Se rió
mientras recordaba. El avión partía en 3
horas. Habían pasado 30 años. Pronto los vería de nuevo.