lunes, 30 de julio de 2018

YA DE VUELTA

UFF.   Con miles de cosas que hacer, si a penas y si he tenido tiempo de detenerme y escribir un par de lineas.  Qué puedo comentar, bueno, que me tome un tiempo para dedicarme a escribir unos poemas que pronto se irán a un concurso a la ciudad más linda de Chile.   Siii,  a Valdivia.   


Además, full con mi proyecto personal Letras que sanan.  Trabajando con un grupo de hermosas mujeres, con mucho que entregar y mucha vida interior que explorar.   Bellas personas de las que he aprendido, y que creo también haber aportado un granito de arena en su crecimiento personal y reconciliación con ellas mismas. 

También trabajando a concho a ver si este año, al fin, logro editar mi primer libro con cuentos,  lo que realmente será uno de mis tantos sueños hecho realidad.   A penas ya este ok,  les voy a adjuntar los links donde podrán comprarlo o descargarlo tanto en versión papel como ereader.  

Así que como verán no ha sido la falta de cariño o el abandono a ésta, mi pasión oculta,  si no que porque he tenido que dedicar mi atención a otros focos de esta mi vida de escritora,  la que se complementa con la DURA vida laboral,  en la que los proyectos,  casi no me dan tregua.  

Y como toda espera tiene también una recompensa,   les dejo a continuación:




ORÍGENES PARTE CUATRO (r)


Abrió la puerta. Afuera un pasillo oscuro le daba la bienvenida.  El olor a moho y humedad de inmediato se filtraron por su nariz hasta inundar su cerebro.  La  incomodidad se alojó en la boca de su estómago.
—Éste —pensó—,  debía ser el olor de la muerte. —Y de inmediato un escalofrío recorrió su espalda.
El temor que tenía  era ilógico, y sin embargo, era tal, que simplemente no se atrevía a salir, algo le decía que un fin horrible le esperaba. Estuvo unos segundos allí, luchando contra sí mismo, mientras sus  ojos se acostumbraran a la oscuridad que allí reinaba. De pronto, la luz de la Luna se filtró por la ventana, el pasillo pareció ensancharse de inmediato  y cientos de puertas aparecieron a los costados, o al menos, lo que a él le parecían cientos. Tomo aire e intentó dar un paso. Imposible. Sentía los pies de plomo, clavados al piso. El temor le impedía moverse. Una fría gota de sudor rodó por un costado de su cara, trató de aferrarse al picaporte, pero sus manos tiritaban. Trató de llegar a ese lugar en su cerebro donde la razón se alojaba, respiró hondo esta vez tratando de brindarse valor, y se obligó a caminar fuera, a fin de cuentas ¿qué podía ser peor que estar encerrado en un manicomio?  Y dio el primer paso fuera. El frío de aquel lugar lo pinchaba recordándole lo incomodo e inseguro que se sentía allí afuera.   Con cada paso se adentraba más en lo desconocido, y  percibía como la temperatura descendía rápidamente a medida que avanzaba por aquel extraño pasillo. Su sombra en la pared, le hacía recordar a esos sueños de niñez que tanto lo asustaban, lo que sumado a la  gélida luz de luna, y la brisa nocturna que se filtraba por las descoloridas  cortinas de tul lo tenían en una alerta constante.  Algo crujió rompiendo  el silencio que reinaba en aquel lugar.  Su respiración se tornó más rápida. Veía como aparecía un vaho con cada espiración que daba. Debía haber al menos  cero grados de temperatura.  Miró a todos lados,  no había nada ahí, en ese pasillo,  excepto él, su sombre y la luz de la luna.  Su mente debía estarle jugando una mala pasada.
 Se volvió a centrar en su marcha. Tenía la vista puesta en una puerta en particular,  una que llamaba profundamente su atención.  No sabía si era porque era la más descolorida de todas, o porque de algún modo le inspiraba esa sensación de ser algo conocido.
  La inquietud se hacía más y más insoportable. El caminar por aquel lugar había tomado todo su valor. ¿Qué habría detrás de esa puerta? La habitación de otro paciente seguramente.  Pero ¿por qué esta de todas las puertas era la que llamaba su atención? Giró el pomo.  La puerta se abrió lentamente.  Adentro, una habitación de niño le aguardaba.  Caminó, observando todo lo que había en ella, tratando de memorizar cada detalle. En una esquina, un niño pequeño jugaba con unos autos de carrera. El frío del pasillo se coló  por debajo de la puerta, enfriando la habitación rápidamente, distrayéndolo.  De pronto, el  niño detuvo su juego y lo miró. Su cara se desdibujó en un instante y un grito de horror brotó de su pecho, desgarrando el silencio de la noche. Quiso callarlo. Sus manos llenas de sangre,  igual que sus ropas. Miró al niño, ya no estaba, en su lugar sólo una  roída alfombra.    Buscó alrededor.  No había nada. ¿Estaba alucinando? ¿Soñaba?  Se miró las manos y contó...  Seis dedos.  Algo andaba mal. Volvió a contar.. seis. Este era un sueño. Era un sueño. Un sueño.
—Debes despertarte. Despierta. Despierta...
Se sentó en la cama, con esa incómoda sensación de salir de uno de esos sueños que son realmente tenebrosos,  propios de la mente de Hitchcock. ¿Quién era ese niño? ¿Sería Javier? ¿O era Pablo? Recordó que alguien le había dicho que el subconsciente trataba de hablarnos a través de los sueños. ¿Era eso? Era su mente hablándole, susurrando ideas.  Susurros.  Si. Susurros. Gritos silenciosos que se colaban en su mente. ¿Qué debía aprender? O tal vez ¿Qué debía olvidar? ¿Esto era algo normal? Pero a fin de cuentas ¿Qué es lo normal? Lo que es  normal para la araña es caos para la mosca.  ¿Y él qué era? ¿La araña o la mosca?
Miró a su alrededor. No quería seguir leyendo las anotaciones de los cuadernos. Estaba mentalmente agotado con lo poco que había visto de aquel hombre. Estaba loco de remate y lo peor de todo,  también  él estaba comenzando a perder el juicio.  Debía encontrarlo en algún sitio.
Cogió el libro que estaba en el velador.  Un poco de buena lectura podría venirle bien ahora. Miró la portada, sintiéndose atraído por ella.


El único ojo de aquella extraña imagen parecía estar mirándolo a él directamente, leyéndolo, analizando sus pensamientos,  adentrándose en ellos, observándolo desde su interior. Atrayéndolo a la oscuridad que parecía rodearla. Sintió que aquellos filosos dientes se hincaban en su blanda piel,  hasta llegar  a su alma. Un gélido estremecimiento lo recorrió, penetrándo hasta  los tuétanos. Ahogó un grito. Cerró sus ojos apretándolos con toda su fuerza.
—Esto es un sueño.  Es un sueño —Comenzó a decir como mantra, tratando de salir de aquella pesadilla—. Un sueño. Sólo es tú imaginación.  Todo está en tú cabeza, en tú cabeza, en tú cabeza...